lunes, 10 de octubre de 2011

El salto

La conocía de toda la vida.

Fuimos amigos desde siempre.

Sabíamos todo el uno del otro.

Hasta lo más mínimo, lo más vil, lo más insignificante lo conocíamos.

Desde siempre nos amamos, pero lo ocultamos, porque, ustedes saben, a veces se cree que pretender el amor siendo amigos lo arruina todo.

Nos arriesgamos.

Fuimos a un bungee, y en él, hasta arriba tomados de la mano, miramos el más bello atardecer que juntos hubiéramos admirado.

Y me arriesgué, y mientras la sostenía para que la prepararan para el salto, la miré a los ojos y le dije sin preámbulos que la amaba, que nada quería sino estaba a su lado, que por ella moría y que sólo por ella quería vivir...

Vi un poco de miedo, de incertidumbre en sus ojos.

Si algo había ella aprendido a lo largo de su vida es que todo el que te ama siempre se va...

Viéndola así sólo asesté a decirle, con la mirada más cándida que veré jamás reflejada en sus ojos: "Aviéntate".

Lo hizo.

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No regresó.

Aun la espero...

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